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Refugiados: derecho a la educación en movilidad

Los grandes movimientos migratorios en América Latina han tomado protagonismo en la escena mundial. La OEI reflexiona sobre ellos en el marco del Día Mundial del Refugiado.

Cuando hablamos de refugiados en Iberoamérica, históricamente nos referíamos a un fenómeno ligado a situaciones de exilio político durante la época de las dictaduras militares en la región en los años 70 y 80. Sin embargo, en la última década, los refugiados de la región presentan un rostro muy diferente y los grandes movimientos migratorios en América Latina han tomado protagonismo en la escena mundial. Especialmente, nos referimos a dos fenómenos: crisis migratoria en el Triángulo Norte Centroamericano y la crisis migratoria venezolana.

Triángulo Norte

La violencia ha aumentado significativamente en El Salvador, Honduras y Guatemala, conllevando un incremento en el desplazamiento de las personas hacia México y EE.UU. Se están dando, también, desplazamientos internos para huir de la violencia.

Según cifras de ACNUR, hay 400.200 refugiados y solicitantes de asilo del norte de Centroamérica en el mundo. Más de 69.000 solicitantes de asilo y refugio están en México y más de 318.000 personas son desplazados internos en Honduras y El Salvador.

Independientemente de si las personas se mueven dentro del país o hacia el exterior, la espiral descendente de sus condiciones de vida y seguridad son similares:

  • Suelen huir de la amenaza de violencia o violencia ejercida sobre ellos mismos y sus familias.
  • Son huidas poco planificadas y urgentes escapando de la amenaza.
  • Abandonan casas, negocios, medios de subsistencias que, por lo general, son tomados por las maras.
  • Los menores abandonan la escuela. Pierden, en definitiva, sus vidas, sus condiciones, sus redes y oportunidades para instalarse en otra localidad dentro del país donde, muchas veces, siguen amenazados por las maras, o bien, inicia un trayecto migratorio internacional incierto y también abocado a muchos riesgo, extorsión y redes de tráfico de personas.

Crisis migratoria venezolana

En Venezuela, según la Plataforma de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela, más de 5 millones de personas han salido del país desde inicios del 2018. De esta cifra, 2.631.488 personas han logrado regularizar su estancia en países vecinos y existen actualmente 896.069 refugiados reconocidos como tal concentrándose en Perú, Brasil y EE.UU. Los retos a los cuales se enfrentan los países de acogida son múltiples. El acceso a la educación uno de ellos.

En vísperas del Día Mundial de los Refugiados, que se conmemora cada 20 de junio, la OEI recuerda que, desde el año 2008 hasta la actualidad, dentro de sus líneas de actuación, comenzó a trabajar con población migrante. El enfoque de trabajo ha ido variando y adaptándose a la realidad de la población migrante latinoamericana, a la variabilidad de los flujos migratorios y a las necesidades identificadas, siempre sustentando el trabajo con este colectivo en un enfoque de derechos, donde el derecho a la educación y la protección a la infancia y juventud en situaciones de vulnerabilidad son las prioridades estratégicas a seguir.

En concreto, durante el año 2019, en colaboración con AECID la OEI trabajó en México con personas en movilidad en Tapachula (Chiapas-frontera con Guatemala) y Ciudad de México, tanto en escuelas como albergues, con la finalidad de atender a los menores migrantes en modalidades educativas flexibles e intentando preservar el derecho a la educación.

Por otro lado, desde el estallido de la crisis venezolana, la OEI está presente en las plataformas nacionales de respuesta a la crisis en los principales países receptores y desarrolla diferentes iniciativas ligadas especialmente a la formación docente para fomentar la inclusión de estos colectivos (Ecuador) y a la provisión de asistencia técnica para detectar obstáculos a la inclusión educativa (Colombia).

Preservar el derecho a la educación a los más vulnerables está en el corazón de la agenda 2030. Y tras el estallido de la pandemia de la COVID-19, este debe asegurarse aún más si cabe en las poblaciones doblemente vulnerables. Y el  colectivo de los refugiados es uno de ellos.