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Día Internacional de la Juventud

Naciones Unidas marcó en su calendario el 12 de agosto como el Día Internacional de la Juventud en 1999.

Naciones Unidas marcó en su calendario el 12 de agosto como el Día Internacional de la Juventud en 1999. Desde entonces, cada año se celebra este día como recordatorio del potencial y la fuerza de cambio que tiene este colectivo en la sociedad. Y es que el grupo de 18 a 29 años representa la generación más numerosa de la historia.

Impacientes, conectados, adaptables, egocéntricos,  soñadores, individualistas, perezosos, críticos… Son algunos de los adjetivos que se han usado para describir a los millennials, los jóvenes nacidos entre 1984 y 1999. Fueron los últimos en tener una infancia analógica, ver películas en VHS, revelar carretes, vivir en una casa sin WiFi. Han sido los primeros en tener un teléfono móvil, una consola o una cuenta en las redes sociales que lo invaden todo hoy en día.

A medio caballo entre lo analógico y lo digital, la ‘generación Y’ cuenta con la amplitud de miras que te da crecer en mitad de la transformación del mundo viejo hacia el mundo nuevo, en unos años en los que los antiguos prejuicios se desdibujaban y se abría todo un abanico de oportunidades.

La globalización ha traído consigo el acceso absoluto a la información y ha dado voz a las clases más desfavorecidas, algo que hasta el momento se adivinaba bastante improbable. Los niños de los 80 y los 90 crecieron en este ambiente de optimismo, progreso económico y concienciación sobre derechos sociales como la diversidad sexual, el feminismo o la protección del medioambiente. Sin embargo, el estallido de la crisis económica de 2008 se presentó como un duro golpe de realidad para estos jóvenes, pues los ideales que habían alimentado en  su niñez eran incompatibles con el utilitarismo de una sociedad que tiene que salir adelante en plena adversidad económica.

Se dice que está nueva generación es la más preparada académicamente de la historia. Al contrario de lo que cabría pensar, los millennials se encuentran con muchas puertas cerradas a la hora de salir al mundo laboral. Con carrera, máster y diversos cursos las empresas demandan profesionales con una alta formación educativa y varios años de experiencia. Esta circunstancia, unida a las precarias condiciones laborales que se les ofrecen, complican mucho el desarrollo de proyectos personales en las nuevas generaciones.

Álvaro Restrepo es un joven colombiano de 25 años y cuenta en su haber con las carreras de Sociología, Relaciones Internaciones y un máster en ‘Política y Desarrollo en África y los Países del Sur’ cursado en Burdeos. Para Álvaro la concepción que tiene los jóvenes del trabajo se ha modificado respecto a la que se tenía antes. Las nuevas generaciones buscan que su actividad laboral contribuya a darle sentido a la vida, transformar el mundo. Esperan que su trabajo les sirva como crecimiento personal y no como una mera forma de subsistencia. Pero realidad y aspiraciones chocan una vez más. “Mientras nuestros padres y abuelos pensaban en proyectos familiares y colectivos, nosotros nos enfrentamos a la construcción de proyectos individuales en los que las garantías sociales, políticas y económicas son cada vez más reducidas”, afirma con contundencia el joven.

Pero también dicen que cuando una puerta se cierra, una ventana se abre y si hay algo que no caracteriza a la ‘generación Y’ es el conformismo. Como nativos digitales e hijos de las redes sociales tienen una actitud crítica y reformista ante la vida que se les presenta. Estos jóvenes han sabido reinventarse y sacar partido de las herramientas que les rodean. Durante la última década hemos sido testigos del nacimiento de empleos que cuando esta generación nació parecían imposibles. Youtuber, influencers, bloggers, community managers, emprendedores tecnológicos… Son profesiones surgidas del dinamismo de la juventud y de sus ganas de hacer de su pasión su trabajo.

Cristina Martín sabe muy bien lo que eso significa. Estudia el último curso de Diseño de moda en Madrid, y confiesa que no le fue fácil tomar la decisión de cursar una carrera así, sobre todo por la dificultad económica que conlleva, a no ser que cuentes con una beca como en su caso. Ella está convencida de que los jóvenes que optan por una formación menos convencional tienen las mismas oportunidades que el resto, solo hay que tener interés y buscarlas. La futura diseñadora está convencida de que “el problema es que la gente está desinformada, hay mucha variedad de salidas en las carreras artísticas, ya no solo en tu campo en concreto si no en otros de manera indirecta”.

Cristina, al igual que muchos otros jóvenes, se ha encontrado con la incomprensión de las personas mayores, muchas veces incapaces de entender la forma en la que los millennials han deformado y estirado los moldes del orden en el que ellos estaban acostumbrados a vivir.

Para las nuevas generaciones estudiar una carrera ya no es sinónimo de éxito debido a las exigencias tan específicas del mercado laboral. Rubén Maizcurrana tiene 20 años y estudia un Módulo Superior de Informática. Cuando acabó el Bachillerato su intención era entrar a una Ingeniería Informática, pero debido a la nota tuvo que cambiar sus planes. Sin embargo, a día de hoy no se arrepiente de la decisión que tomó. La Formación Profesional prepara intensivamente a los jóvenes para el mundo laboral, los últimos seis meses del módulo son prácticas en una empresa. “La opinión que tiene la sociedad sobre la Formación Profesional ha mejorado. Ahora cada vez más gente hace primero un módulo y luego estudia una carrera o al revés, porque ambas cosas son complementarias”, asegura este joven madrileño.

Otra de las ventajas con la que cuentan los millennials es la facilidad para moverse internacionalmente. Una de las consecuencias de la globalización ha sido la permeabilidad de las fronteras, favoreciendo enormemente el intercambio académico y laboral. Con tan solo 21 años, Alejandra Bonet ha estudiado y vivido en México, España y Canadá. Después de su amplia experiencia, la joven trotamundos ha encontrado marcadas diferencias entre el sistema educativo americano y el español: “En América todo es mucho más práctico, se fomenta que el alumno investigue, mientras que en España se profundiza mucho más en la teoría”.

Con todo ello, Alejandra está segura de que en España, México y cualquier parte del mundo, los jóvenes tienen los mismos intereses e inquietudes, que los empujan a seguir esforzándose por tener un futuro mejor.

 

La otra cara de la moneda

Sin embargo, muchos otros jóvenes cuentan con un panorama mucho más desolador, con escasas posibilidades de movilidad, formación o trabajo. En Latinoamérica, este colectivo de jóvenes desfavorecidos representa el 20% de la población, según apunta el Organismo Internacional de Juventud para Iberoamérica (OIJ) Millenials, ¿una categoría útil para identificar a las juventudes iberoamericanas?’

Los jóvenes latinoamericanos en esta situación viven con un presupuesto de menos de 10 dólares al día y a pesar de que en pocos años pasarán a formar parte del grupo de población del que depende el futuro económico de la región, el acceso que tienen al sistema educativo superior o al trabajo está muy limitado.

En este sentido, se firmó en 2016 el Pacto Iberoamericano de Juventud, en el marco de la XXV cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno en Cartagena de Indias, Colombia. Los 22 países firmantes se comprometieron, a partir de los 24 acuerdos reflejados en el documento, a tomar medidas para eliminar los obstáculos de acceso a la educación de las generaciones jóvenes en la región, así como realizar una mayor inversión para garantizar una formación competente.

Este año, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) publicó el informe ‘Perspectivas económicas de América Latina 2017: Juventud, Competencias y Emprendimiento’ en el que pone de manifiesto la precaria situación en la que se encuentra buena parte de los jóvenes en la región y señala las buenas prácticas y estrategias que se están llevando a cabo para mejorar este problema. Entre estas medidas destaca la promoción del emprendimiento entre las nuevas generaciones para evitar que caigan en trabajos informales o en el desempleo, a través de instrumentos de financiación flexibles.

La Organización de Estados Iberoamericanos es plenamente consciente de los desafíos a los que tienen que hacer frente los jóvenes más desfavorecidos en Latinoamérica y trabaja de forma activa para cambiar esta tendencia. Así lo reflejan las metas segunda, cuarta, sexta y séptima definidas en el proyecto Metas 2021: ‘La Educación que queremos para la generación de los Bicentenarios’, que hacen referencia la necesidad de garantizar una educación sin discriminación, universal, conectada al mundo laboral y que se siga desarrollando a lo largo de toda la vida. El Informe ‘Miradas’ de 2016 hace un recorrido por los principales avances producidos en la consecución de estos objetivos en Iberoamérica.

La OEI cuenta con diversas acciones sobre el terreno destinadas a promover las oportunidades de los jóvenes en Latinoamérica. Claros ejemplos son el ‘Plan Iberoamericano de Alfabetización y Educación Básica de personas jóvenes y adultas’, desarrollado entre 2007 y 2015 para luchar contra el analfabetismo, o el Programa Luces para aprender, que lleva luz eléctrica e internet a las escuelas rurales de la región.