Se presentó «El Estado de la Ciencia 2020»
En un encuentro que sirvió para celebrar los 25 años de la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT) y proyectarla hacia el futuro, el 9 de diciembre fue presentado El Estado de la Ciencia 2020, publicación que recopila los principales indicadores de la región, junto con diversos trabajos de análisis sobre la información estadística disponible.
El encuentro —organizado por la RICYT, el Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad (OCTS) de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y la Oficina Regional de Ciencias para América Latina y el Caribe de UNESCO— contó en su apertura con las palabras de Mariano Jabonero, Secretario General de OEI; Lidia Brito, Directora de la Oficina Regional de Ciencias para América Latina y el Caribe de UNESCO; y Roberto Salvarezza, Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la República Argentina.
Al celebrar el aniversario de la RICYT, Jabonero felicitó a sus miembros por haber creado “un sistema de indicadores muy potente para entender la ciencia de la región” y ponderó el trabajo que se realiza al interior del OCTS, al que definió como “un instrumento rico e importante, que ha logrado identidad en la región y una complicidad con otros actores relevantes, como nuestros compañeros de la oficina de UNESCO en Montevideo”.
Jabonero también disertó sobre una de las iniciativas de OEI que buscan ubicar a la investigación en un lugar de privilegio: la estrategia Universidad Iberoamérica 2030. “Nuestro objetivo es ayudar a fortalecer los sistemas nacionales de ciencia y tecnología, la evaluación y ejecución de políticas científicas, la mejora de la producción a partir de la investigación y el desarrollo. Debemos encontrar la manera de que la educación y la tecnología orienten a Iberoamérica a ganar un espacio en el mercado del conocimiento. Ya no nos basta con ser sólo una región que exporta materias primas.”
“Mas que nunca sabemos hoy que la ciencia salva vidas”, declaró Brito a continuación. “No sólo desde la perspectiva de la salud, sino también del desarrollo sostenible. Debemos aprovecharla para hacer la diferencia a nivel local y mejorar la vida personal y colectiva de la ciudadanía iberoamericana.” Sobre la RICYT, la funcionaria de UNESCO agradeció que pusiera sobre la mesa “las estadísticas que necesitamos para llevar adelante una toma de decisiones consciente. Contar con datos de calidad nos permite tener una mirada regional que nos ayuda a cooperar mejor entre países e instituciones. Sólo con evidencia científica Iberoamérica podrá crecer, y para ello debemos impulsarla de manera conjunta hacia la ciencia abierta”.
Por último, Salvarezza indicó que la región necesita más y mejores recursos humanos, lo que obliga a sus países a redoblar esfuerzos en la formación de profesionales calificados y las consiguientes mejores en términos de infraestructura y equipamiento. “Pretendemos una comunidad científica que esté debidamente financiada y valorada, que sea reconocida por la sociedad y a su vez se comprometa con ella para dar respuesta a los problemas que la aquejan”, dijo el ministro. “En esa búsqueda, el trabajo que lleva a cabo la RICYT es un insumo fundamental para saber dónde están ubicados los países iberoamericanos a nivel internacional y, a partir de ese conocimiento, generar políticas públicas que reflexionen a partir de la comparación de las sociedades de la región y de la región misma respecto de otras.”
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En esta oportunidad, El Estado de la Ciencia conmemora los 25 años de la RICYT con un dossier especial que incluye reflexiones sobre la producción y el uso de indicadores de ciencia y tecnología en Iberoamérica. Además de un prólogo de Jabonero y una presentación de Brito, la publicación contiene una contribución especial de Manuel Heitor, Ministro de Ciencia, Tecnología y Educación Superior de Portugal, donde tendrá lugar —en septiembre de 2021— el XI Congreso Iberoamericano de Indicadores de Ciencia y Tecnología. La edición 2020 cuenta también con artículos firmados por representantes de UIS-UNESCO, OCDE, BID y OEA, junto a distintos expertos que han acompañado la trayectoria de la Red. Esta publicación es el resultado del esfuerzo conjunto de los países que aportan información estadística —incluida en el volumen— y de una activa comunidad de expertos en indicadores, acompañados por distintos organismos internacionales que dan respaldo y orientación a la RICYT.
Rodolfo Barrere, coordinador de la Red, definió el informe como “una celebración por escrito” y expuso algunas de las estadísticas principales en el recorrido de la región a través del último cuarto de siglo. Para América Latina, los últimos 25 años han implicado un esfuerzo muy grande a la hora de mantener su volumen de inversión en investigación y desarrollo (I+D): 3% de la inversión mundial en 1995 y 2,8% en 2018 (último año verificable). Según explicó Barrere, se trata de un movimiento procíclico, atado al crecimiento macroeconómico de los países y marcado por una evidente concentración de la producción científico-tecnológica en un grupo de naciones: Brasil (por diferencia), México y Argentina, entre otros. En resumen, América Latina incrementó su participación en I+D, aunque la intensidad de esa participación sigue estando por debajo de su potencial económico y poblacional.
Otros indicadores muestran un crecimiento marcado: mientras que en 1995 la región contaba con el 2,4% de la cantidad total de investigadores en el mundo, en 2018 ese porcentaje alcanzó el 3,5%. El aumento se comprueba también en la cantidad de publicaciones científicas firmadas por autores iberoamericanos: en 1995 ocupaba el 2% del total mundial, mientras que en 2018 se alzó con el 4,8%. En números netos, se pasó de 17.000 a 113.000 artículos académicos, lo que habla de una integración muy dinámica de los investigadores de la región a la corriente principal de la ciencia.
Sin embargo, el crecimiento ha sido pobre en otros ámbitos: mientras que en 1995 las patentes iberoamericanas llegaban el 0,3% del total mundial, para 2018 el aumento fue apenas marginal (0,8%), lo que se explica por la escasa innovación de frontera y el exiguo dinamismo del sector privado, que suele invertir muy poco en I+D.
La historia de los indicadores en América Latina
En su exposición, titulada “Indicadores y políticas de ciencia y tecnología en América Latina”, Guillermo Anlló, especialista regional de políticas de ciencia, tecnología e innovación de UNESCO, extendió la revisión histórica de la década del 60 del siglo XX hasta la recién terminada de 2010. Durante ese tiempo en América Latina se dio una combinatoria de hechos que incluyó la creación de instituciones científicas, la consolidación de los primeros sistemas nacionales de ciencia y tecnología, una serie de “décadas perdidas”, políticas de modernización a fuerza de financiamiento internacional y crecimientos más o menos sostenidos en términos de volumen.
Hoy, argumentó Anlló, conviven en la región países con sistemas afianzados en la generación de estadística en materia de ciencia, tecnología e innovación, y países donde ya están empezando a notarse los basamentos de un primer nivel institucional. De acuerdo con el funcionario de UNESCO, se ha construido institucionalidad, lo que tiene suma importancia, dado que a mediados del siglo pasado en América Latina el trabajo con información compleja era prácticamente inexistente. Así y todo, los problemas estructurales perduran hasta el día de hoy: baja inversión en relación con el PBI, baja participación del sector privado y poca significación global, entre otras.
De la espontaneidad al modelo
Mario Albornoz, coordinador del OCTS y fundador de la RICYT, contó que, a mediados de la década del 90, en los albores de la Red, el proyecto se caracterizaba por la coexistencia de un propósito definido —aprender a generar indicadores de ciencia y tecnología—, una serie de intuiciones y mucha incertidumbre. “Hoy tenemos asombro por los logros alcanzados”, explicó. “Contamos con un modelo de trabajo en equipo a partir de la cooperación internacional que resulta sumamente aplicable a la realidad iberoamericana. No sé si esto estaba explícito en nuestras previsiones iniciales.”
A partir de una sinergia gradual con organismos nacionales e internacionales, la RICYT asentó en sus primeros años el requisito doble que marcaría su quehacer de allí en más. Por un lado, el requisito de comparabilidad: los datos recolectados debían servir para contrastar las situaciones divergentes de los países de la región. Esto obligaba a una normalización de la información que daba insumo a los indicadores, lo que a su vez derivó en la creación de manuales para la exploración estadística de temáticas relacionadas con el ámbito de la ciencia y la tecnología: innovación, percepción pública de la ciencia, vinculación de la universidad con su entorno, internacionalización y sociedad de la información, entre otras. Albornoz enumeró los informes metodológicos publicados por la Red —los manuales de Bogotá, Santiago, Lisboa, Antigua y Valencia— y argumentó que de esa manera se pudo empezar a cumplir con una misión cuádruple: generar y difundir información, concretar acuerdos metodológicos, capacitar a los expertos de los distintos países y estar atentos a la demanda de desarrollo de nuevos indicadores.
El segundo requisito, siguió el coordinador del OCTS, es el de la actualización, que implica la recolección periódica de datos y su comprobación continua. “Esto se hizo posible gracias a la incorporación de distintas instancias de participación. Contamos con un consejo asesor de expertos que nos acompañan desde hace mucho tiempo, así como también con un comité técnico que se ha transformado en un instrumento vital para la Red”, dijo Albornoz. “Todos los años, en su calidad de miembros de la RICYT, los representantes de los organismos nacionales de ciencia y tecnología de los países de la región se reúnen para discutir problemas metodológicos y aprender unos de otros. Esto ayuda no sólo a que podamos establecer un contacto estrecho con nuestros colaboradores, sino que también le da un gran respaldo institucional a la Red.”
De este modo, amparándose en estos pilares, la RICYT logró desde su fundación un crecimiento sostenido. Ha acompañado la reflexión sobre los procesos de desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación a fuerza de publicar indicadores, apoyar técnicamente a los países que la componen y explorar nuevos horizontes temáticos. Así, mientras que los primeros compendios de la Red se remontaban a 30 indicadores para un conjunto reducido de países, hoy se cuenta con más de 100 para prácticamente todos los países de Iberoamérica. Comprender las dinámicas de la ciencia y la tecnología para tomar decisiones atinadas en la esfera pública requiere de información abundante y confiable. “Y eso es lo que la RICYT hace desde hace 25 años”, concluyó Albornoz. “Un logro que se explica por el apoyo de los países miembros y de las organizaciones internacionales con las que la Red coopera.”
La RICYT como comunidad de práctica
Antes del cierre de la presentación, Mónica Salazar, investigadora de la Universidad Externado de Colombia y miembro de la Red de Gobernanza y Gestión de Conocimiento y CTI, caracterizó a la RICYT como una comunidad de práctica, concepto que implica a un grupo de personas con un conjunto de problemas, una preocupación o un interés por un tema en común, quienes profundizan de manera constante sus conocimientos y experiencia en una materia determinada.
Según Salazar, al interior de una comunidad de práctica se dan elementos —relacionamiento social, aprendizaje y generación de conocimiento, prácticas regulares— que la distinguen de otros tipos de comunidades. Estos mismos elementos tienen lugar en el quehacer de la RICYT, donde se comprueba un sentido de empresa conjunta, un compromiso mutuo y un repertorio de capacidades y recursos compartidos. Las definiciones de Salazar sobre la RICYT como comunidad de práctica pueden encontrarse en versión extendida en El Estado de la Ciencia 2020 (enlace aquí).
Hacia el XI Congreso
El XI Congreso Iberoamericano de Indicadores de Ciencia y Tecnología de la RICYT estaba programado para septiembre de 2020 en Lisboa, Portugal, pero por la pandemia tuvo que ser pospuesto hasta septiembre de 2021. María de Lurdes Rodrigues, rectora del Instituto Universitario de Lisboa (ISCTE-IUL), institución anfitriona del encuentro, consideró que el próximo congreso será “una oportunidad notable para continuar el trabajo de creación de indicadores y capacitación para los sistemas de ciencia y tecnología de la región”. Por su parte, en su condición de ministro de ciencia, tecnología y educación superior de Portugal, Heitor invitó a todos los participantes a asistir al XI Congreso “para compartir agendas de ciencia y tecnología e iniciar el camino a los próximos 25 años de la Red”. Las participaciones de Rodrigues y Heitor, que fueron realizadas por video antes de la presentación del libro, pueden visualizarse aquí.
Durante los saludos de despedida, Barrere indicó que la convocatoria a ponencias seguirá abierta hasta el 31 de marzo de 2021. Las ponencias serán evaluadas durante los siguientes dos meses y la selección final será anunciada el 31 de mayo. El XI Congreso se llevará a cabo entre el 7 y el 9 de septiembre de 2021. Más información en este enlace.