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Área Educación en Derechos Humanos y Ciudadanía
Sede República Dominicana

Crianza positiva: respeto, amor, límites, cuidado y protección

Crianza positiva: respeto, amor, límites, cuidado y protección

Todos los niños y las niñas son sujetos plenos de derecho. Tienen derecho a la integridad física, psicológica y a la protección contra todas las formas de abuso y violencia.

Al respecto, la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, reconoce el papel fundamental que cumple la familia en la crianza y educación de los niños y las niñas. El artículo 19 de esta convención establece, las medidas apropiadas para proteger a la niñez contra toda forma de abuso físico o mental, trato negligente y maltrato o explotación.

 

Del mismo modo, la Constitución Dominicana ordena que la familia, la sociedad y el Estado, harán primar el interés superior del niño, la niña y los adolescentes; tendrán la obligación de asistirles y protegerles para garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos fundamentales (Art.56).

 

Lamentablemente, la violencia contra los niños y las niñas está incrementando, presentándose en todos los entornos:

 

  • El hogar y la familia.
  • La escuela y otros espacios educativos.
  • La comunidad (incluye cualquier espacio utilizado por los niños y las niñas fuera del hogar).
  • Las instituciones de protección y de justicia.

 

Generando de esta manera efectos negativos en la salud física y mental de los niños y las niñas.  Sufrir violencia en la infancia “modifica las estructuras cerebrales y el funcionamiento de diferentes sistemas, afectando la capacidad cognitiva, el desarrollo y el bienestar de la persona en su vida adulta, y creando un efecto intergeneracional de dependencia a sufrir violencia o de perpetuar la conducta violenta en la adultez” (CONANI, 2015).

 

Los niños y las niñas que viven o se han criado en ambientes difíciles u hostiles, dejan en sus vidas marcas que en muchas ocasiones son difíciles de borrar. Numerosos estudios ya han demostrado que las experiencias infantiles desfavorables tienen efectos negativos a largo plazo, y dejan huellas significativas no sólo en el plano emocional, sino también sobre la salud física (Malacrea, 2007).

En ese sentido, la familia como espacio de socialización primaria, en muchos casos se convierte en el lugar donde se aprende a vivir con violencia. Asimismo, la violencia que sus miembros ejercen hacia otros del núcleo familiar, muestran a los niños y las niñas que la violencia es un método efectivo para hacer valer la palabra, manejar un problema, expresar descontento o hacer una petición.

 

Por ejemplo, las diferencias y discusiones, bien manejadas, que se generan al interior de la convivencia familiar no presentan ningún peligro en la salud emocional y mental de nuestros niños y niñas, por el contrario, les enseña herramientas para la sana convivencia con sus iguales.

Si las discusiones por el contrario degeneran en gritos, insultos y agresiones físicas, si buscan lastimar y ofender o si dichas conductas degeneran en negligencia, maltrato físico o psicológico, estás merman significativamente la autoestima, lesionan la construcción de conceptos sobre sí mismo/a, sobre los demás y sobre el mundo exterior y afectan su capacidad de adquisición de habilidades para defenderse y tolerar las frustraciones.

En consecuencia, si estas conductas discrepantes entre los padres o cuidadores se extiende a más de los primeros 5 años de vida de estos niños y niñas, donde se está conformado todos sus sistemas de creencias y patrones conductuales, entonces esteremos frente a situaciones que, a corto o largo plazo, degeneraran en dificultad para la resolución de conflictos y son más susceptibles de imitar las conductas que observaron en su entorno familiar con sus padres, madres o cuidadores.

Podemos decir que los niños y las niñas que han crecido en ambientes violentos o con padres, madres, cuidadores agresivos, tienden a presentar inseguridad, retraimiento, inhibición y agresividad, es por tanto que la violencia dentro del hogar degenera en patrones conductuales y de personalidad negativos, que con el tiempo le impedirá crear relaciones sociales armoniosas y estables.

Por esta razón, surge la necesidad de promover el buen trato y la crianza positiva garantizando la protección, desarrollo, autoestima, autonomía, seguridad, identidad, así como la construcción de vínculos cariñosos, respetuosos, asertivos y libres de violencia para los niños y las niñas.

Educar desde el enfoque de crianza positiva, es promover un modelo educativo donde los límites se impongan con firmeza y afectividad, respetando los derechos de los niños y las niñas, sus necesidades emocionales y preservando el vínculo afectivo en las familias y hogares. No se trata de poner normas, se trata de crear consciencia de cómo hacerlo. Establecer el respeto mutuo en una educación democrática donde exista libertad, pero con orden, esto permite un reconocimiento de los derechos y necesidades tanto del adulto como del niño, la niña y los adolescentes. Se debe corregir con dignidad y respeto, reconociendo nuestras necesidades (claridad al fijar las normas y seguridad de que son comprendidas) y sus necesidades (un entorno seguro y afectivo) (Pepa Horno, 2016).

 

La psicóloga Liliana Laserna plantea seis (6) consejos útiles, para orientar a los padres, madres y tutores sobre cómo deben educar desde el enfoque de crianza positiva:  

  1. Evite pelear delante de sus hijos. Es importante que no escuchen ni vean lo que está ocurriendo en entre usted y su pareja.
  2. Recuerde que la comunicación asertiva y amorosa es la mejor herramienta.
  3. Tenga en cuenta que no sirve gritar, explotar, insultar o agredir físicamente al otro.
  4. Controle sus emociones y resuelva el conflicto utilizando el sentido común y la sensatez; así obtendrá más fácilmente lo que espera de su pareja.
  5. Busque ayuda si entiende que la situación se ha salido de control.
  6. Busque ayuda para sus hijos si entiende que estos han sido afectados por alguna circunstancia.

La crianza positiva es un enfoque, a través del cual los adultos generan espacios seguros y relaciones afectivas con los niños y las niñas bajo su responsabilidad, para garantizar su desarrollo pleno y su protección.

¡Date tiempo para el buen trato con la niñez!

 

Elaborado por:

 

Cristina Nivar Marte. Técnica Nacional de Componente de Desarrollo Social INAIPI.