Ana Ribeiro: “La Historia como enseñanza de tolerancia y advertencia a propósito de cualquier lectura dogmática”
La historiadora Ana Ribeiro, actual subsecretaria del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), es una de las profesionales que más conocimiento genuino ha aportado a la historiografía reciente, acerca de la vida del prócer José Gervasio Artigas. N…
La historiadora Ana Ribeiro, actual subsecretaria del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), es una de las profesionales que más conocimiento genuino ha aportado a la historiografía reciente, acerca de la vida del prócer José Gervasio Artigas. No puede imaginarse una realidad sin la enseñanza de la Historia, porque esta “es una enseñanza de tolerancia”, y afirma que una educación basada en la resolución de problemas, imprimiría un impulso importante a los niveles de aprendizaje de los estudiantes.
En la Oficina de OEI en Uruguay inauguramos nuestro ciclo de entrevistas a profesionales de las ciencias, la educación y la cultura que denominamos Antídoto. En nuestra primera edición, conversamos con Ana Ribeiro acerca de su vocación, qué implica la enseñanza de la Historia, y sobre algunas de sus estrategias en el aula para despertar el interés de los estudiantes por la Historia.
También se refirió en profundidad a la figura de José Gervasio Artigas, realizando un repaso a sus características personales más sobresalientes, así como al modo en que la historiografía uruguaya lo retrató a lo largo del tiempo.
¿Cómo y cuándo descubrió que quería ser historiadora?
Cuando estaba terminando la escuela y en el liceo, los primeros años que todo el mundo experimenta qué quiere ser y demás, mi padre insistía en que fuera o maestra o abogada, y como era buena estudiante, los demás me decían que tenía que ser abogada. Pero a mí eso no me gustaba. Entonces cuando me preguntaban qué quería hacer yo decía:
«Quiero saber mucho y hablar sobre eso». Esa era mi definición acerca de lo que quería hacer. Creo que más o menos lo hice: traté de saber lo máximo posible de cada cosa que se me cruzó y hablar de eso.
Cuando terminé el liceo pensaba en la Sociología, pero justo mi ingreso a la Universidad se da en el quiebre institucional del Golpe de Estado. Después de estar intervenidas durante prácticamente un año las universidades, la Facultad de Humanidades fue la última en abrir. Hice la cola correspondiente, con los nervios de aquel momento, y cuando llegué a la ventanilla me preguntaron en qué me iba a inscribir y yo dije –Sociología, y me dijeron –eso como carrera no existe ya, es una materia en la carrera de Derecho. Las carreras que hay aquí están en el cartel de acá arriba. De un paso para atrás, lea el cartel, elija y apúrese, porque la fila es grande. Así que ese fue el momento decisivo. Miré todo y pensé qué me gustaba más, Historia y Literatura, y pensé: -siempre tuve mejor nota en Historia, me voy a anotar en Historia. Ese fue el momento crucial de mi vida.
De cualquier modo hasta el día de hoy conservo la costumbre de leer mucha literatura, y descansar allí el agobio de la lectura de Historia y viceversa, así que continué con las dos materias que elegí en el letrero de ese año.
Además, el historiador también precisa imaginación para reconstruir, porque no te dan todas las piezas, hay espacios en blanco -cuando no hay agujeros negros- en la información. Completar eso requiere imaginación, incluso con la complicación de tratarse de imaginación retrospectiva.
No podés imaginar cualquier cosa, tiene que resultar finalmente una pieza que encastre con todas las demás, que el conjunto tenga verosimilitud y coherencia interna y conceptual, y eso te lo da el cultivo de la imaginación, algo que la literatura nutre enormemente. Y te ayuda a comunicar correctamente el contenido, porque no todos los lectores tienen que soportar un ataque de erudición académica. No hay que tener la vanidad de hablar solo para tres colegas.
¿Por qué es importante la enseñanza de la Historia? ¿Cómo imagina una educación sin ella?
No me puedo imaginar eso. No quiero además, me niego rotundamente a esa parte de la pregunta. No te voy a decir que saber Historia enseña a los pueblos a no equivocarse y a no repetir errores. Mentira. Los pueblos repiten errores. Y los pueblos se equivocan. Los pueblos se equivocan, es parte de la experiencia humana.
Lo que la Historia te enseña es la complejidad existente en toda explicación causal. Yo creo que eso es para la vida la enseñanza mayor: las múltiples cosas que son causa, las múltiples fuerzas que se entrecruzan detrás de una decisión.
La importancia de la estructura económica, pero también la importancia del azar, del factor individual, de las características psicológicas de cada uno, el mandato de una época, lo que sos capaz de ver según el momento y el lugar en el cual naciste, y lo que no podés ver aunque te lo expliquen, porque tenés la ceguera y la capacidad de ver solo determinados aspectos, que refieren a una coyuntura de lugar y época histórica.
No es una enseñanza menor, es una enseñanza de tolerancia y de advertencia a propósito de cualquier lectura dogmática, ya sea del pasado como del presente o del futuro. Y eso me parece imprescindible para la formación ciudadana de cualquier persona.
¿Qué consejos le daría al maestro y al docente que enseñan Historia en las aulas?
Cuando empiecen un tema nuevo, tómense una clase entera para hacer que el alumno casi crea que está jugando, mientras aprende las claves materiales de un tiempo dado.
Dígales cómo y qué comían, cómo se enamoraban, cómo se vestían. Permítales aterrizar en ese tiempo a través de detalles materiales, cotidianos, de esos que son considerados menores.
A la clase siguiente, empiece por todo lo que quiera conceptualmente, pero ya va a tener a los alumnos en una clave indispensable para aprender: -ah, aquella gente, ¿estaba viva?
Después que se entiende que nos van a contar historias de gente que estuvo tan viva como uno, y que uno le dio carnadura, es imposible que no les guste lo que les vas a explicar. A mí eso me ha resultado. Ojalá les resulte a los demás.
¿Cuáles son los desafíos planteados por esta administración del MEC y los propios de su labor al frente de la Subsecretaría?
Una labor en el MEC siempre es un desafío. Una labor en el MEC con un mundo golpeado por corona virus, por tanto en crisis estructural, económica y social, es un desafío aún mayor.
El objetivo y el desafío es llevar a la excelencia los niveles educativos, la formación docente y elevar al docente en la consideración de la sociedad, porque entendemos que ellos son clave para el éxito de cualquier proceso educativo.
En esta coyuntura eso implica, entre otras cosas, algo que pensábamos hacer pero que lo hicimos a la carrera, que era introducir todos los recursos virtuales, de inteligencia artificial y de soporte informático en el manejo de los niveles educativos, desde Primaria a la Universidad.
Se han dado grandes pasos y hay que continuar en ese camino. Lo que sigue después es darle a los docentes el nivel de educación universitario. Pero quizás la labor más de fondo, la más problemática, la que el Ministro siempre plantea como su objetivo primero, es asegurar que cualquier cambio que tenga que hacerse en la educación pueda hacerse sorteando la trabazón institucional, que ha hecho que la educación esté en una especie de detente, de la cual no puede del todo salir.
La institucionalidad es una institucionalidad superpuesta, muchas veces contradictoria, en la cual varios centros con capacidad de decisión -aún en la coincidencia mayor que es dotar a la educación de lo mejor- terminan dando lugar a un sistema trabado. Destrabar ese sistema es parte de una reorganización institucional muy fuerte que es el meollo de la reforma que el Ministro pretende llevar adelante, respetando la autonomía de la ANEP y la Universitaria, pero jugando desde el Ministerio un rol de articulación y de centralidad en las decisiones mayores, que estimamos es lo correcto.
¿Qué debe cambiar en la educación uruguaya?
Fundamentalmente, el rol del docente. El docente debe ser una persona infinitamente capacitada, un investigador, un universitario que sepa de proyectos, de llevarlos a cabo, y eso va a permitir el cambio más importante a nivel de Secundaria y Primaria, que es enseñar en clave de resolución de problemas todo el tiempo. Esto es lo que más se acompasa a los alumnos hoy en día, que son hiperactivos, ansiosos, que casi todos bordean el síndrome de deficiencia atencional, no porque tengan un problema, sino por todo lo contrario, porque están en un mundo rodeados e inmersos todo el tiempo en medios de comunicación, que obviamente te distraen, ¿cómo no te van a distraer si tienen una oferta más llamativa que la otra?
Toda la educación tiene que adaptarse a eso: a un alumno ansioso, que se desliza por encima de las cosas, que quiere hacer las cosas rápido, que puede tener cinco ventanas de la pantalla abiertas a la vez, que tiene una cabeza y un cerebro que funciona de manera distinta en velocidades y en modo de abordaje.
Entonces el sistema educativo girando sobre una resolución permanente de problemas, permite que esa inquietud se canalice, que se trabaje más en grupo, que son las exigencias didácticas de la actualidad. No obstante, para eso se precisa un docente muy preparado que sepa que el día que sale con el título bajo el brazo su formación no terminó, que él también tiene que ser un hombre o una mujer investigador, de pesquisa y de búsqueda.
¿Qué características le cautivaron de la vida de Artigas?
El medio agreste en el que se mueve todo el tiempo, aquella Banda Oriental del siglo XIX, tan poco habitada, tan pobre en sus recursos materiales, y esa combinación con ideales tan altos en materia política, como pueden ser los principios de soberanía y de representación popular, en un mundo que todavía estaba bajo la monarquía y la entrega al soberano de la obediencia absoluta.
Tal pobreza de medios materiales en consonancia, pero a su vez en contradicción, con objetivos políticos tan impresionantes, que más allá del fracaso puntual de la carrera política y militar de Artigas, se tradujeron en un éxito en materia de continuidad y de legado, porque la República nos quedó para siempre, así como el sentir republicano.
Esa combinación de mundo material, propósito político y fracaso, que finalmente se convierte en un gran legado que nosotros interpretamos como el éxito de la existencia de nuestro país, ese cruce de aspectos es muy fascinante.
¿Qué aspectos de la Banda Oriental reconoce en el Uruguay actual?
Aquella Banda Oriental estaba en un proceso muy fuerte ya de triunfo de lo que podríamos llamar la cultura gaucha. No del gaucho, que finalmente fue eliminado como tipo social, sino de la cultura que acompaña al gaucho. Es curioso eso también, porque es una especie de sinsentido o paradoja.
El tipo social es eliminado porque era lo opuesto a la consagración de un país independiente, basado en un sistema económico capitalista, con un rol agroexportador, y un puerto que es una antesala de porteras abiertas muy anchas, que era incompatible con un tipo social que no reconocía la propiedad privada, que no era productivo sino depredador, pero que tenía una cultura material que fue más fuerte que la cultura indígena, que era la de los habitantes originarios del territorio.
Esta cultura no obedecía exactamente a las pautas culturales del colonizador español, sino que era una subcultura dentro de la cultura que el español impuso y que es producto de la frontera étnica y territorial entre los indígenas, el español que llega, el africano que trae para que trabaje y la mescolanza que se da de las tres razas y de los tres tipos de habitantes.
Esa cultura se impone y se conforma como cultura identitaria. Tú ves una doma, o un desfile en una fecha patria, jinetes a caballo con bombachas, poncho y una bandera o una chica con un vestido que emula los de las paisanas del siglo XIX y sentís emoción. Cuando ves la recreación de ese mundo material, estás identificando algo que ves como tuyo. Esa identidad en que se construyó y la que triunfó en ese proceso identitario es la cultura gaucha.
Lo que subsiste es eso. Es un proceso identificatorio inmerso en un mundo material, que obviamente está muy intervenido por las modernidades que nos han ido llegando con el tiempo. El saludar en el campo en la actualidad, en un mundo de cercanías en que el saludar también constituye una manera de pedir permiso para entrar en ese lugar. Esas maneras de sociabilizar con los otros, son rasgos de esa cultura que pasan por la gauchada -que viene de gaucho- y alude a la disposición a darte lo que tiene y a recibirte en su casa. Esta cultura también refiere al binomio inseparable del hombre con el caballo, la gastronomía, el mate, el asado en todas sus variantes: todo habla de una identidad que gira en torno a una figura que si bien fue eliminada, es cristalizada como un tipo social libre.
El concepto de libertad arranca con esa cuestión de ser indomable ante la autoridad española, y continúa como el emblema de toda libertad posible.
La defensa de los ideales -porque son gauchos que se prestaron a la guerra- porque la guerra era la circunstancia en la que se lucían, y todas sus cualidades aparecían allí, tales como su destreza con las armas blancas, el hecho de ser incansables, su libertad para optar por un lema o por el otro, por una bandería o por la otra, participaron de todos los partidos fundacionales y de todas las revoluciones del siglo XIX. Los ubicamos en la etapa fundacional del país y los cristalizamos como defensores eternos de la libertad.
¿Qué cambios positivos hubo a su entender en la historiografía uruguaya a lo largo del tiempo con relación a la figura de Artigas?
Hubo cambios, si son positivos o negativos es opinable. Pero lo que hubo y seguirá habiendo son cambios, porque la historiografía es un género de recepción de cambios.
Hay un rescatar a Artigas de cómo lo contaba la llamada leyenda negra anti artiguista de cuño fundamentalmente porteño. Una vez que se hace ese cambio y se establece en la historiografía un rescate de su figura, comienza una elevación, primero es alguien de quien puedo hablar, alguien que reivindico como propio, y luego lo convierto en un dios.
Esa construcción de la leyenda dorada fue de larga data también y luego vino la reivindicación regional. Comenzamos nosotros más algunas provincias argentinas, y hoy en día ha cundido y terminado como una reivindicación política al uso en el presente, por parte del kirchnerismo, de Artigas erigiéndolo en algo así como un caudillo argentino, cosa que rechina mucho en la historiografía de cuño nacional uruguaya.
Pero creo que el cambio mayor es que aunque se esté gestando eso de si es solo el caudillo fundador de la nacionalidad –todo esto entre comillas- del Uruguay o un caudillo de reivindicación en clave regional, el cambio más de fondo es que la historiografía latinoamericana y del planeta en su conjunto, se apartó de la historia contada en clave de gran hombre, y se cuenta la historia en clave de todos los protagonistas en una polifonía mayor.
Sin embargo, él sigue siendo un gran hombre en polifonía mayor, pero ya la historiografía pone el ojo sobre sus lugartenientes y sobre las masas anónimas que lo siguen, sobre usos y costumbres, mentalidades y participación de los sectores de abajo, entonces se abre el abanico a otra forma de leer el fenómeno de Artigas.
¿Cómo describiría a Artigas a un extranjero que no conociera nada de él, si le pidieran una breve reseña de su vida?
Es un hijo de españoles, que nace en la Banda Oriental, dentro de una de las familias fundacionales. Tempranamente demuestra un gran amor por la vida del campo, y en lo que se ha llamado una juventud azarosa, se zambulle en la vida del campo hasta sus fronteras más peligrosas y aprende los códigos de esos territorios de escaso control político por parte de la corona española.
Se convierte en un hombre de frontera capaz de coexistir con el contrabando, con los indígenas, con los territorios inexplorados y es bueno en ambos. Entra y sale de un mundo y del otro, y cuando estalla la crisis de la corona española y esto se refleja en una crisis institucional en toda la colonia, se convierte en un jefe de hombres.
A partir de allí, Artigas hace una evolución política que comienza por obedecer al proceso revolucionario iniciado en Buenos Aires, y luego se revela ante la centralidad porteña, y se convierte en una cabeza de la Banda Oriental, en 9 años de actuación política y militar, sobre todo, intensa, en la cual fue primero un jefe invicto, hasta que a partir de 1819 la derrota es inminente.
La derrota lo aparta de la vida pública y lo convierte en un personaje enigmático, que se aleja durante 30 años hasta que muere en Paraguay. Ese período misterioso contribuye a la elaboración posterior que lo convirtió en un héroe fundacional del nuevo país independiente que se creó en la provincia en la cual él nació.
Es un caudillo con todo lo que ello implica, con mucho vuelo político, y con un liderazgo personal que todos los hombres y mujeres de su tiempo demostraron que era inmenso.
¿Cree que Artigas se imaginó inmortalizado en la Plaza Independencia como prócer de nuestra Nación?
Nadie puede haber tenido tanta imaginación. Que ese Montevideo que tanto se le resistió, al que él amenazó que iba a llegar de noche sin que lo vieran y les iba a dar una alcaldada, un golpe de alcalde, le levanten monumentos en casi todas las plazas, y que estén sus restos allí, le hubiera resultado la cosa más inimaginable. Cuando estaba en Paraguay él decía: -yo soy hombre muerto, déjenme quieto acá.
¿Qué implica el oficio del historiador?
La Historia es una profesión que no te abandona nunca, nunca. Porque uno de los dilemas laborales del día de hoy es cuán rápidamente te convertís viejo para tu profesión. Y en esta, el acumular tiempo, te permite entender mejor a los hombres del pasado que estás estudiando, entonces toda experiencia que se acumula, en Historia es mejor valorada que en ninguna otra profesión.
Porque claro, viste que a los padres les cuesta entender mucho a los hijos, y con los abuelos directamente cortan la cosa porque no entienden. Eso que es tan humano, nunca hacemos el traslado, que el historiador se sienta frente a papeles que dejaron personas que no vio, y que no distan una o dos generaciones de él, a veces distan veinte o treinta.
Entonces si te es difícil entender la mentalidad de tu abuelo, imaginate lo difícil que es entender la mentalidad de gente que vivió uno, dos o tres siglos antes que tú y que no los viste nunca.
Es un trabajo de imaginación, pero la contraparte de ese esfuerzo que tú hacés, es que cuantos más años tenés, más facultad tenés para explicar todo aquello que hiciste el esfuerzo de entender. Y a su vez estás más cerca -aunque estés lejos- de aquella gente, de lo que está el que recién empieza.
Es una tarea muy linda, porque es en torno a la condición humana. Nada más emocionante que la condición humana, porque hay de todo, hay dulzura, hay crueldad, hay belleza, hay mezquindad, hay nobleza, está todo ahí. Y se envejece bien y siempre acompañado, porque si hacés bien la tarea, tomás conciencia de que fue gente que estuvo viva, entonces te acompañan el resto de tu vida, siempre. Se convierten en personajes que van contigo, de los que sabés cosas.
Además, el saber provoca mucha alegría, porque el saber te permite ver matices que otro no ve. Si tú hacés un curso de arte, mirás ese cuadro y lo disfrutás infinitamente más que otro que de pronto llega solo con sus instintos. Hay gente que solo con sus instintos le alcanza y le sobra, maravilloso, pero hay otros que disfrutan después de un proceso educativo de algo. La vida es lo mismo que un cuadro.
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